Hace años que entró en vigor el actual sistema de prefijos telefónicos españoles y sus posteriores modificaciones. Muchos recordarán ese pequeño pánico a aprendernos dos dígitos más pero que, afortunadamente, nos solían entran en la cabeza por aquello de pertenecer a nuestra provincia y que era incluso divertido jugar a memorizar los de otras partes.
En cualquier caso, aunque no es un gran asunto los prefijos no dejan de tener cierta mística y además son muy útiles en cuestiones de marketing. En todos nuestros servicios ofrecemos la posibilidad de obtener líneas personalizadas con el prefijo que se desee y, a pesar de estar bastante extendido, algunos clientes todavía se preguntan porqué. Hacemos entonces un pequeño juego en el que escribimos en una hoja un número de teléfono como este 89286272398 y preguntamos «¿Usted llamaría para pedir información?»
Esta especie de rechazo también funciona a la inversa. Hace poco hablamos de un servicio que a cambio de un pago mensual permite evitar esos números molestos pero, desgraciadamente, estamos encontrando que debido a la asignación de números como el 8 para fijos y el 7 para móviles algunos usuarios tiene cierto recelo a atender llamadas que empeicen así. Por lo tanto a pesar que puede parecer irrelevante, hay que tomar unos minutos para pensar como nuestros clientes. Muchas veces nos interesa un número general, tipo 900, para determinados servicios y otras veces es una excelente idea personalizar con un prefijo provincial.
Por arte de magia, y a pesar de que la gente es consciente de que se puede personaliar el prefijo, la percepción de los usuarios es que están recibiendo una llamada de alguien cercano, de confianza, de nuestra misma zona geográfica.